‘La crisis climática nos da la oportunidad de criticar al sistema, pero también de imaginar futuros habitables’

Entrevista hecha por Héctor González para el portal de Aristegui Noticias.

Un habitante del país desarrollado contamina hasta diez veces más que un habitante de un país en desarrollo y el estilo de vida de un magnate consume hasta setenta por ciento más recursos fósiles que alguien de clase media. Información como esta, es la que maneja Francisco Serratos (Veracruz, 1982) en su ensayo El capitaloceno (Festina/UNAM), título donde aborda la relación entre el capitalismo y la crisis climática.

No es común encontrar ensayos como El capitaloceno en México, ¿por qué?

En países como Argentina y Brasil la discusión sobre la crisis climática y el humanismo está muy avanzada, no sucede lo mismo en México, donde lo poco que hay se casi no se promociona. Al principio dudé si escribirlo en inglés o en español, pero en el medio anglosajón hay mucho material y mi libro no iba hacer mella. Tomé todo lo aprendido durante cinco años de lectura exhaustiva sobre crisis climática, capitalismo e historia ambiental para ponerlo en español. A través de un punto de vista humanista intento responder a cómo y por qué llegamos a esta crisis.

Hablas del capitalismo como un sistema económico que condiciona también nuestra relación con la naturaleza.

Todos los sistemas económicos plantean una relación con la naturaleza, pero hay una característica muy particular e inédita en el capitalismo: destruye sus propios medios de extracción de riqueza. No había habido un sistema tan expansivo y extractivista en la historia de la humanidad. A partir de la Revolución Industrial las emisiones de gases de efecto invernadero subieron. Si queremos salir de esta crisis es indispensable repensar nuestro sistema económico porque condiciona la forma en que nos relacionamos como personas, con la naturaleza y sus recursos.

Incluso planteas que este ritmo se ha acelerado aún más a partir del neoliberalismo, citas que desde 1970 desapareció el 60 por ciento de la fauna terrestre según el Fondo Mundial para la Naturaleza.

Dividiré en tres momentos el periodo en el que el daño al planeta se exacerba: la Revolución Industrial; la Edad dorada del capitalismo que va más o menos de 1945 a 1970; y la época neoliberal que inicia entre los setenta y ochenta. A partir de 1980 las emisiones de gases de efecto invernadero se disparan. Este sistema económico desregularizó la industria para que pudiera fluir rumbo a otros lugares como China, que se convirtió en la fábrica y chimenea del mundo.

Analistas y varios gobiernos plantean que para superar la crisis se necesita generar riqueza. Tú, al contrario, sostienes que es un asunto de desigualdad.

Plantear el problema como un asunto de generación de riqueza equivale a decir que no hay suficientes recursos naturales ni económicos para sustentar una vida digna. ¿En realidad es así? El 90 por ciento del PIB global se va al 10 por ciento de la población, es decir es un tema de distribución. Teorías como la del decrecimiento plantean que el problema no es generar más riqueza porque la hay y mucha. A nivel mundial se produce mucha comida, pero no se distribuye democráticamente. Sucede lo mismo con el agua. Hay recursos para todos, pero no se distribuyen a todos. La extracción de los recursos se hace en Chile con el cobre o litio o en Argentina con la soja u otros países del Sur Global, pero se consumen en el norte.

Aportas un dato ilustrativo: un habitante de un país desarrollado contamina diez veces más que uno de un país en desarrollo.

Si queremos superar esta crisis climática y civilizatoria debemos poner estos temas sobre la mesa. No la resolveremos sin alterar completamente las condiciones que nos trajeron a ella. Según los datos de Oxfam y del Instituto Ambiental de Estocolmo, el diez por ciento más rico de la humanidad generó 52 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero entre 1990 y 2015. Esto es importante saberlo porque es parte de la solución.

¿Qué tan cercano te sientes a los planteamientos del Nobel indio Amartya Sen, en el sentido de que necesitamos cambiar los indicadores de lo que entendemos por desarrollo?

Es una pregunta pertinente para países que dependen del extractivismo para generar riqueza. La noción actual de desarrollo ya es cuestionada tanto por la economía como por las ciencias sociales. La evidencia histórica nos dice que no ha funcionado, por eso debemos cuestionar los discursos nacionalistas relacionados a esto. Al hacerlo, podremos reformular lo que entendemos por desarrollo. Historiadores y economistas como Maristella Svampa o Alberto Acosta hablan del “mal desarrollo” y cuestionan a los gobiernos de izquierda en Latinoamérica. En Brasil, Lula y Dilma Rousseff hicieron cosas buenas, pero a costa de expandir la frontera agrícola y el petróleo en las costas. En Argentina, Cristina Fernández expandió la frontera de la soya generando un desastre ecológico. En Chile se explotó la minería de cobre y litio. Evo Morales financió todo su gobierno con el gas y convirtió a su país en una colonia gasera de Brasil y Argentina. El régimen de Correa en Ecuador ha sido el más extractivista en la historia del país. Venezuela ha hecho lo mismo con el petróleo y México va por el mismo camino. Vivimos un momento complicado porque el modelo económico global nos determina a extraer, porque según es la única manera de que el Estado genere riqueza para hacer gasto social. Sin embargo, en una época de crisis climática seguir apostándole a lo mismo es una locura; no se puede generar bienestar minando los soportes biológicos que sustentan nuestra existencia.

Una de las propuestas que enuncias en el libro es el realismo alternativo. ¿Qué tanto estamos dispuestos a ponerlo en práctica?

Una de las muchas soluciones posibles consiste en reformular nuestro contrato social. ¿Queremos generar un beneficio social a costa del sacrificio económico y humano? Tenemos que preguntarnos hacia dónde vamos. No creo en las soluciones personales o el ‘free market solution’. No importa cuando cuántos popotes dejes de consumir, si Coca Cola y las petroleras no dejan de producir plástico la situación no cambiará. Si los gobiernos no pasan leyes para frenar los plásticos no importa cuánto cambies tu vida, la infraestructura te orillará a consumir de cierta manera. Los alemanes Ulrich Brand y Markus Wissen denominan a nuestro estilo de vida “el modo de vida imperial”, e implica la comodidad a costa del sacrificio de quienes viven en países pobres. El estilo de vida al que los países pobres queremos aspirar ya no es compatible con los procesos biológicos del planeta.

En principio se esperaba que con la pandemia hubiera un cambio para bien

Cuando empezó la pandemia muchos intelectuales vaticinaron el fin del capitalismo. Momentos como este no son nuevos, han sucedido a lo largo de la historia moderna. Si algo tiene el capitalismo es la capacidad para adaptarse y replicar la acumulación riqueza. La oportunidad de la pandemia fracasó y un ejemplo son las vacunas. No hubo un esfuerzo multilateral para desarrollar una y muy eficaz. Hoy se manejan como marcas. Se afianzó el modelo en el que vivimos. Los gobiernos no supieron resolver el problema por medio de nuevos mecanismos. El Covid-19, como digo en el libro, no se puede entender sin los circuitos de circulación del capital.

Zizek, Chomsky, no son pocos los intelectuales que avizoran el fin del capitalismo, sin embargo, no termina de caer.

No cae porque quienes se benefician de ese sistema, sobre todo desdela época neoliberal, acumularon riqueza y poder político, social y cultural. La narrativa predominante que han difundido sobre la ciencia climática es la mentira. Exxon Mobil, una de las petroleras más poderosas del mundo, ocultó la información sobre el cambio climático desde 1980. Al revisar los documentos que se filtraron de la corporación descubres que las predicciones de sus científicos se cumplieron al pie de la letra. Las grandes corporaciones moldean la narrativa en función de sus intereses económicos.

Sostienes que fracasa la política porque fracasa la imaginación.

No es que los seres humanos no tengamos soluciones, las hay. La crisis climática no solo nos ha dado la oportunidad de criticar al sistema sino de imaginar futuros habitables, algo que nos había robado la narrativa neoliberal. Hay realismos alternativos como el “buen vivir” de los pueblos amazónicos, cuya filosofía cuestiona nuestro modo de vida imperial; tenemos el Sunrise Movement o el Extintion Rebellion. Han surgido propuestas de futuro o ecotopías que permiten ver la luz al final del túnel, aunque será un túnel muy largo. Pasarán décadas antes de ver un planeta más o menos habitable.  


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